La salida del armario es probablemente uno de los momentos más importantes en la vida de un gay, especialmente si supone la culminación de un proceso de autoaceptación como fue mi caso. Algunos no entienden a qué viene esa necesidad de decirle a los demás que te gustan los tíos. Pues bien, esa necesidad viene en un doble sentido: sentirse cómodo con uno mismo y en sociedad. No creo que haya que mencionar el pequeño detalle de que mientras una persona no salga del armario todo el mundo presume, por defecto, que es heterosexual, a veces incluso cuando la persona es claramente afeminada, se finge la heterosexualidad por una especia rara de cortesía.
La función principal de la salida del armario, pues, es que la gente conocida sepa que no te gustan las mujeres y que, por tanto, dejen de hacer como si te gustaran, que era exactamente lo que hacían antes por ignorancia. Aparte de esto, es muy importante también para que el propio gay asuma de cara a los demás su orientación sexual y para llevar de un modo mucho más natural su sexualidad. Desde entonces, no habrá más miedo a ser descubierto ni más necesidad de esconderse, consiste digamos en ganar en libertad. La libertad que da mirar sin miedo a otros hombres, incluso hacer comentarios y, como no, llevar una vida sentimental tan satisfactoria como sea posible.
No obstante, a pesar de la simplicidad con la que se suele presentar la salida del armario, es un tema de gran complejidad. No la salida en sí, que es más una cuestión operativa: yo tardé tres semanas en ir encontrando a los distintos grupos de personas a las que se lo quería decir. Pero como en muchas cosas, el “antes” es fundamental y algunos hemos recorrido un camino enorme hasta aquí. Yo supe que era homosexual con diez años. No conocía esa palabra, no tenía ni idea de lo que era ser gay, pero me masturbé por primera vez pensando en un compañero de mi clase y, desde entonces, comencé a tener fantasías más y más recurrentes con él y luego con otros amigos y compañeros de clase. Al principio pensé que lo “normal” habría sido tener esas fantasías con chicas, pero no le di más importancia, no era consciente de las implicaciones que tenía y tampoco lo consideré algo reprobable salvo, claro, la masturbación en sí, especialmente conforme se fue acercando la primera comunión. El aspecto religioso tiene mucha importancia en mi caso porque vengo de una familia católica más bien tradicional, pero a esto volveré más adelante.
Conforme fueron pasando los años, uno va descubriéndose y las contradicciones entre los deseos propios y las expectativas y conductas de los demás van creando conflictos interiores. Estos conflictos no se resuelven definitivamente hasta que se sale del armario, pero no es algo que a uno se le ocurra. Ni se me pasaba por la cabeza esa posibilidad, probablemente tampoco conocía la expresión en la adolescencia. La única opción para mí era esconderme y seguir masturbándome como un mono, lo cual también ayuda a descubrirse. Cuando fui realmente consciente de cuales eran las implicaciones, lo único que se me ocurrió pensar es que mi primer sueldo al acabar la carrera iría para una terapia, de esas que “curan” la homosexualidad, como si fuera algo reversible. Daba por hecho que me casaría con una mujer y tendría hijos y una perfecta farsa hetero. La principal motivación de este tipo de sentimientos es esquivar la insoportable idea de defraudar a los padres. Durante esos años la religión fue un “refugio”, por no decir un armario. Todos los sentimientos de culpa que instiga especialmente el catolicismo hacen blanco fácil en un gay atormentado que no quiere defraudar a sus padres. Ese fue mi caso. Pero nada de esto: pensar que puedes cambiar, pensar que puedes llevar una “feliz vida hetero”, pensar que puedes incluso fingirlo no soluciona nada. Yo acabé teniendo novia (sí, una mujer, con vagina y berzas) con 19 años y no fue una experiencia completamente estéril: me sirvió para descubrir que eso era un cascarón vacío, que nunca iba a cambiar y que, antes o después, tendría que asumirlo y salir del armario. Aún así, hasta que ese hipotético día se configura, pueden pasar varios años. Aunque llegué al pensamiento “inevitabilidad de la salida del armario en un futuro hipotético”, aún necesité tiempo para mentalizarme, asumirlo y salir.
Si has vivido toda tu vida como un hetero, si toda tu vida has asumido unos varoles morales, una religión y unos principios que son incompatibles con quien eres, con quien vas a decir que eres, debes reevaluar todo lo que te han enseñado, todo lo que has asumido como bueno, todo lo que considerabas principios, valores, dios y empezar de nuevo. Cada cual tiene que recorrer esta catarsis a su manera. Es evidente que según la educación y el carácter de cada uno habrá gente que tenga menos problemas para asumir su homosexualidad y salir del armario, pero, en mi caso, esto supuso un auténtico cambio. Y no estoy hablando de un cambio estético, de convertirse en una locaza ni mucho menos. Yo me convertí en un deportista y comencé a leer mucha filosofía (Nietzsche es de gran ayuda si tienes que liberarte de la mala conciencia judeo-cristiana). Cuando salí del armario llevaba más de un año haciendo footing y gimnasia regularmente. Es muy importante tener la sensación de que asumes el control, tomar las riendas y marcarse objetivos. Yo me puse una fecha y decidí como iba a salir del armario. No es algo que aconseje hacer improvisadamente. Es importante mentalizarse, pensar a quién se le va a decir, cómo, en qué momento, por qué orden y en qué lugar porque todo ello puede ser importante.
Algunas enseñanzas que he extraído de mi experiencia personal son estas:
Lo que determina realmente la reacción de una persona frente a tu salida del armario es su carácter, no tanto su religión o su ideología. Ha habido gente más conservadora que ha actuado con más naturalidad frente a la noticia durante y después.
No pienses que tu padre es el “malo” porque es probable que no lo sea: si crees que las madres lo llevan mejor o que los padres siempre pierden los papeles a lo mejor te equivocas. En mi caso, mi padre lo llevó mejor. Pocas películas o series reflejan este hecho, pero la verdad es que muchos padres lo llevan mejor así que no te dejes guiar por los lugares comunes.
- Preguntas y argumentos para los que debes estar preparado:
¿Estás seguro? Porque puedes estar confundido, a veces admiramos a un amigo o algo y pensamos que... Y mil variantes. Yo tuve que llegar a decir que veía porno gay y me gustaba la penetración anal para zanjar la polémica.
La discreción: al principio es probable que tus padres hagan mucho hincapié en la “discreción”. Sé comprensivo. Si a ti te ha llevado mucho tiempo aceptarte y salir del armario, los padres también tienen que “salir del armario” como padres de un gay e ir aceptando poco a poco que la gente lo sabe y lo va a ir sabiendo cada vez más.
A lo mejor eres bisexual: este argumento comodín es una variante sofisticada del ¿estás seguro? Si pareces hetero y nadie nunca ha sospechado nada, como era mi caso, es muy probable que te encuentres con este tipo de argumentos o preguntas. En el fondo, esto refleja una expresión más del mismo deseo: quiero que, al menos, lleves una vida hetero porque, si fueras bisexual, podrías estar con una mujer. Al final acabarán aceptando que eso no va a pasar porque las mujeres no te gustan.
¿Qué hacer con los parientes? Esta pregunta es muy buena y, seguramente, no tiene respuesta unívoca. Considera todas las circunstancias. En mi caso, mi trato con mis parientes es lejano, los veo tres veces al año mientras que mis padres los ven varias veces al mes. En ese caso, quizás sea aconsejable que decidan ellos el grado de dispersión de la información entre la familia más lejana/susceptible. Si de verdad te afecta cotidianamente, haz un esfuerzo para que lo sepan sin crear un conflicto: da un tiempo para que tus padres lo vayan asumiendo. Al final tendrán que acabar enterándose igualmente.
¿Y los hermanos pequeños? El mundo sería ideal si la homosexualidad de un hermano mayor no fuera vista como algo traumático por el entorno. Sin embargo, hasta cierta edad no hay una razón de peso para que los hermanos se enteren salvo, claro está, que haya algo que haga evidente que hay que decírselo (por ejemplo, el hermano mayor se casa... con otro hombre). Salvo estos casos, lo más aconsejable es no tensar la cuerda en casa, darle a los padres su espacio y que ellos decidan.
¿Qué grado de difusión es el aconsejable? En esto hay para todos los gustos. Yo personalmente no entiendo que haya quien se lo diga a unas pocas personas como algo supersecreto si de lo que realmente se trata es de dejar de tener secretos, de dejar de esconderse. Yo, salvo el caso de los parientes más lejanos y susceptibles, y los hermanos pequeños, creo que lo mejor es que la información sea de dominio público. No hay nada más cómodo que invertir la presunción de heterosexualidad: dar por hecho que todo el mundo de tu entorno ya lo sabe, incluso los amigos de tus amigos en reuniones comunes y actuar con naturalidad. Sólo así es como verdaderamente te sientes liberado. En definitiva, se trata de poder llevar una vida cotidiana normalizada, en la que la propia homosexualidad no sea algo ocultable.
Si tienes interés en conocer mejor algunos detalles o en consultarme algo sobre mi experiencia personal, no tendré ningún problema en contestar bien vía comentarios o vía e-mail (alezeslogos@gmail.com).