jueves, 25 de noviembre de 2010

Mi estilo

El otro día cuestionaron mi estilo demasiado “straight-acting” en un par de sitios de ambiente gay. Y mi pregunta es ¿es que por el hecho de ser homosexual tengo que ser o una reinona arrogante o un macarra tatuado y reventado en el gimnasio? ¿Es que no hay un lugar para la gente como yo en esos locales? Yo creo que sí lo hay, pero probablemente no di con las personas adecuadas. En cualquier caso, por ser gay no hay que ir maquillado ni tiene que parecer que te ha secuestrado el hermano gemelo maligno de Llongeras. Ser gay implica que eres un hombre al que le gustan otros hombres.

Una cuestión distinta es que algunos añadan elementos contraculturales que, desde mi punto de vista, son el empleo de la estética femenina y de los roles femeninos con la intención de subvertir el orden heterosexual. Pero yo no tengo ninguna necesidad de subvertir el orden heterosexual. Sólo quiero una sociedad que me respete por quien soy y que no me exija ponerme una falda o pintalabios para reclamar mi visibilidad o mis derechos. Se equivocan aquellos que piensan que voy a actuar como una mujer o a ponerme un peinado que me identifique igual que los triángulos rosas nazis porque, precisamente, esa pesadilla de los heteros, las reinonas y toda la contracultura homosexual afeminada es el fruto del heterosexismo. Y no hablo de la transexualidad, a la que respeto profundamente, hablo de hombres que saben perfectamente que lo son y lo quieren así, es decir, de hombres sin ningún tipo de disforia de género, como sí le pasa a los transexuales, y que, por contra, “por diversión” o “para liberarse” se afeminan y se hacen “diferentes”. Es una decisión legítima, la respeto y no seré yo quien les cuestione el estilo, pero es el producto del heterosexismo que no soporta ver a un hombre que podría ser perfectamente heterosexual enrollándose con otro hombre o que no aguanta ver a un hombre “normal” con otro hombre “normal”.

Ese heterosexismo proyecta en los gays lo mismo que ven en las mujeres: debilidad, dependencia, sumisión... Quieren para los gays, los mismos yugos que han sujetado a la mujer desde siempre y muchos gays se suman al carro de lo eterno femenino, de lo eterno oprimido. Pues les diré. Mi estilo es mío. Y ni la mujer tiene que masculinizarse para lograr la igualdad ni nosotros tenemos que afeminarnos para reivindicar lo nuestro. Y, del mismo modo que ellos hacen activismo con su estética y su pose contracultural tan odiada por los heterosexistas al tiempo que fruto mismo del heterosexismo, yo pienso hacer activismo a mi manera. Y, sí, aquellos que me conocen desde hace muchos años y que tal vez esperen un cambio de carácter tras mi salida del armario serán los primeros que aprendan esta lección: los gays somos tan hombres como los heteros y algunos, yo creo que muchos, estamos orgullosos de nuestra hombría.

4 comentarios:

  1. Jc, tienes el honor de ser el primero en comentar en este blog. Te lo agradezco especialmente y espero que te pases por aquí a menudo y nos dejes también tu punto de vista.

    Un saludo.

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  2. Me agrada esa afirmacion de tus principios, mas aun porque estos no dañan a nadie.Tambien, en lo personal, me gustan los gays masculinos, y odio que las mujeres para equiparse se hagan marimachos, eso las hace quedar mal en verdad.Saludos.

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  3. Gracias por comentar. Es un placer saber que la gente no sólo accede al blog por las fotos de tíos buenos.

    Un saludo.

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