viernes, 8 de octubre de 2010

El afeminamiento como muestra de una identidad o como pose contracultural

El afeminamiento siempre me ha planteado muchas dudas. Nunca he sabido si respondía verdaderamente a un ser del hombre afeminado en cuestión o si era más bien una pose. Supongo que habrá algo de los dos elementos. Lo que sí está claro es que, por ejemplo, hay niños que son, desde siempre, más afeminados y que, cuando crecen, siguen mostrándose igual mientras que hay otros que, por contra, se afeminan. Este afeminamiento, en definitiva puede ser una pose contracultural que busque reafirmar una identidad gay frente a la supuesta virilidad heterosexual. Sin embargo, aquí es donde reside la trampa. Construir una identidad contracultural afeminada es, precisamente, la consecuencia deseada por el stablishment heterosexualizante que busca en el afeminamiento la imprescindible diferenciación que no amenace la virilidad heterosexual. De esa forma, los gays quedan como unos seres de dudosa identidad sexual entre los hombres y las mujeres. Nada más lejos de la realidad, la masculinidad no es ni ha sido un monopolio exclusivo de la orientación heterosexual. No hace falta remontarse a los tiempos de la Grecia clásica ni mentar a la famosa legión tebana [1] para demostrar que eso es así. Los gays masculinos y viriles existen. Son, de hecho, los más atractivos, precisamente por su virilidad, pero son también los menos visibles, aquellos que el stablishment mediático más hace por ocultar. Por alguna razón, en los medios de comunicación, en las series de la televisión y en las películas, la imagen que se traslada de la homosexualidad es la de hombres con pluma, débiles y con actitudes pasivas. Cuando hagamos la revolución contra-contracultural y reivindiquemos la masculinidad también para nosotros, empezaremos a ganar la batalla de la igualdad y el respeto, pero también, lo que es más importante, la batalla de la verdad y de nuestra propia identidad. El afeminamiento existe, está ahí y forma parte del colectivo gay, pero no es, ni mucho menos exclusivo y homogéneo. Ése es el mensaje que debe calar en la sociedad.


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[1] Legión compuesta por cincuenta soldados y sus amantes masculinos. Todos combatían juntos y se esperaba de ellos un mayor rendimiento en la medida en que no sólo estaba estaba en juego su propia vida sino también la de sus amantes.

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