Uno de los lugares más comunes sobre los homosexuales es el de la promiscuidad. Los gais añadimos a nuestra fama la tradicional fama de los hombres (que harán cualquier cosa con tal de follar) con el elemento añadido de que son hombres follando entre sí: lo que se presupone que acrecienta exponencialmente la afirmación sentada por el estereotipo antes mencionado. No todos los gais, en cambio, somos promiscuos o, empleando otra terminología con menos connotaciones, tenemos relaciones sexuales tan a la ligera.
Para mí, hacerlo con alguien es algo que requiere confianza, además de que la persona en sí me guste no sólo físicamente sino también emocional o intelectualmente. Ya sé que suena tradicional y pedantemente pretencioso, pero añadir al sexo ese toque de complicidad que otorga la confianza, la conexión que te da el haber compartido con una persona conversaciones, inquietudes, experiencias personales, etc. es especial y no puede ser igualado por el mero atractivo físico. Compartir un vínculo emocional con alguien antes de irse a la cama es muy sexy o así lo entiendo yo. No todos los gais ni, en general, todos los hombres comparten la misma mentalidad. La gratificación de un polvo rápido con un desconocido/a tiene sus defensores. Me sorprende, en cambio, qué pueden ver en ello. Amigos míos heteros que practican el one-night-stand y que buscan casi desesperadamente encontrar a una chica con la que follar para no volverla a ver o amigos gais que con una app del móvil conciertan un polvo improvisado en los baños públicos de cualquier sitio son fenómenos que no entiendo muy bien.
Esa forma de practicar el sexo quizás sí refleje un fenómeno propio de la sociedad contemporánea: el terrible miedo al compromiso, que requiere responsabilidad, madurez y que incluye emociones con las que mucha gente es incapaz de lidiar, quizás porque no nos han enseñado a hacerlo. Todavía hoy una de las mayores deficiencias de muchos sistemas educativos es la formación en inteligencia emocional y eso tiene sus efectos. La incapacidad para comunicar eficazmente de forma saludable puede generar problemas en la familia, el trabajo y también torpedear cualquier intento de entrar en una relación con alguien a quien se puede espantar antes que enamorar. La magia del cortejo, del enamoramiento, de la efectiva compenetración (no sólo en sentido literal) se convierte en el sacrificio necesario de unos consumidores de sexo que buscan gratificación inmediata sin ataduras. Es otra opción, pero no la única y, desde luego, los gais no tienen por qué resignarse a eso.
Es cierto, esa imagen, ese estereotipo anda muy difundido y sólo contribuye a dar una pésima visión de la homosexualidad, y bue, por que no admitirlo, de la bisexualidad también. Es un buen tema para pensar y reflexionarlo, puede ahorrarte muchos problemas incluso. Seguramente en sus inicios es bello y atractivo, pero con el tiempo también fastidia. Como me dijo un profesor una vez: "El sexo todos los días ya se convierte en un deporte". Saludos José.
ResponderEliminarA mí no se me levanta si no hay primero un mínimo vínculo afectivo, sea mujer o sea hombre. No eres raro, eres lo que más abunda (respetando a quien le sea fácil hacer lo contrario). De vivir en una sociedad donde se perseguía el sexo ahora vivimos en otra donde se fomenta, se fuerza, es guay y comnercial. Parece que no tenemos término medio.
ResponderEliminar(Por cierto, te sugiero un tema: el del acoso que sufren algunos homosexuales a manos de otros homosexuales, que piensan que todo el monte es orégano...)
Anónimo, siguendo el hilo de vincular sexo con actividad física: también está sobrevalorado el nivel de ejercicio que se hace al practicar el sexo. No sé cómo lo ves, pero es un tema interesante jeje.
ResponderEliminarDavidox, creo que hay un doble sentido para este tema: por un lado la gente que se ha educado en entornos tradicionales y tiene interiorizada una visión más conservadora del sexo al entenderlo como algo más que puro sexo (entre los que me incluyo) y la gente que no necesita más que alguien, un sitio y una hora porque, por cuestiones diversas, se ha desembarazado de esa visión tradicional o nunca la ha tenido o, simplemente, tiene una visión más lúdica y superficial del sexo. No estoy entrando en valoraciones de corte moral, pero, desde luego, entre mis preferencias se encuentra mucho sexo con un chico de confianza que me guste y me atraiga no sólo por su belleza sino por su carácter.
Sobre el tema del acoso gay, me gustaría que nos comentaras si conoces algún caso concreto. Por suerte, yo no he tenido que padecerlo.
Un saludo a los dos y muchas gracias por comentar!
Sobre el tema del acoso, la verdad conozco una variada fenomenología, que han vivido conocidos, gente algo más cercana o yo mismo, y desde un grado digamos simple y sin importancia hasta casos mucho más serios.
ResponderEliminarSiempre ese acoso parece basarse en la misma premisa ilógica. El acosador ha sabido de alguna manera (vio un perfil en internet, lo engañó para obtener fotos, lo vio con su pareja o amigo en actitud íntima o cariñosa por la calle, escuchó una conversación, o simplemente porque lo ha dicho "públicamente") que el chico acosado es homosexual.
Y en el concepto de mundo gay del acosador lo que se estila es la promiscuidad sin distinciones; pues entonces empieza a acosar al chico porque parte de la premisa de que como es gay "como él" le gustará tener sexo con cualquier hombre, y que sus negativas no son más que una forma de "hacerse el estrecho".
Ese acoso puede tomar forma online, telefónica, seguimiento por la calle o a lugares (cine, locales, restaurantes) o incluso, si la relación social con el acosado lo permite, llegar a tocarlo sin cortarse un pelo y sin mediar consentimiento por parte de la otra persona.
Suena terrible. Lo difícil es cómo protegerse de estas conductas.
ResponderEliminarUn saludo.