domingo, 6 de marzo de 2011

Reprimíos sexualmente porque así seréis felices...

El otro día tuve la oportunidad de ver por Internet una charla en algún lugar de EEUU en algún momento a partir de 1993 y, aunque infiero por las apariencias que esa charla se queda en los noventa, me temo que también podría haber tenido lugar en nuestros días. Pero, os voy a poner en situación, todo esto parece ser una especie de reunión organizada por una iglesia protestante para charlar sobre ese tema que tanto preocupa a los padres: que su hijo “salga” gay.

¡Qué cosa más horrible, verdad! Un hijo gay en la familia es inasumible, luego ¿qué mejor que ir a una charla para que te expliquen cómo criar a tu hijo evitando ese “inconveniente”? La charla comienza con las palabras de un señor que alerta de las peligrosas maniobras del malvado lobby gay para hacer creer a la gente que la homosexualidad es congénita. Y extrae algunos ejemplos de la prensa para ilustrarlo. Incluso pone un vídeo de un "malvado" profesor que intenta enseñar respeto a sus alumnos. Según él, hay toda una campaña mediática entorno a 1993 para hacernos creer que la homosexualidad está en los genes. Todo lo contrario –afirma él– el homosexual no nace, se hace y es algo cultural o, en el mejor de los casos, psicológico (ya iré a esto luego). Ahora que los padres tienen la esperanza de poder criar a sus hijos en la heterosexualidad, este señor tiene a bien mostrarnos dos casos de “éxito”. Dos señores que han conseguido “revertir” su homosexualidad (uno de ellos aún admite tener "tentaciones" cuando flaquea por el estrés y otras circunstancias "ambientales").

¡Qué maniobra sublime! ¡Qué manera de embaucar al auditorio! Por desgracia, las historias personales de los dos varones no tienen nada de encantador. Nos cuentan como comenzaron a vivir como homosexuales desde la adolescencia; como vienen de unas familias desestructuradas donde la figura del padre está ausente o se ve mermada; nos llevan a la degradación de su estilo de vida: a la promiscuidad sexual, a los desórdenes alimenticios, a la carencia de afecto, a la desesperanza y el intento de suicidio, y, finalmente, al renacer. ¡Qué cosa tan cristiana! Ambos experimentan una especie de reconversión y se alejan de la marginación y los problemas a los que “ser gays” les había llevado para pasar a llevar una feliz y plenamente satisfactoria vida heterosexual. De pronto, el cariño de una mujer les hace sentir plenos, les hace sentir todo lo que antes no habían ni imaginado...

Sería formidable, salvo por la desgracia que envuelve, y por la forma en la que esa secta cristiana los utiliza para conseguir perpetuar el stablishment heterosexualizante impuesto lentamente y por la fuerza por los cristianos desde que tomaron el poder en el imperio romano. Cogen la vida atormentada de dos gays que han preferido vivir como reprimidos sexuales en sendos matrimonios heterosexuales para encajar en una sociedad que les odia y los ponen de ejemplo de cuán perversa es la homosexualidad y cuán peligrosa es la propaganda y el estilo de vida gay. Lo que no dicen es qué viene antes: si el huevo o la gallina. Esto es, el odio y la exclusión de unas familias cristianas y, muy probablemente, las tensiones internas provocadas por una educación conservadora y otros problemas familiares llevan a estos jóvenes adolescentes a sumergirse en un mundo de soledad y marginación contracultural que les lleva a sentirse profundamente infelices y resulta que, encima, la culpa es de su orientación sexual, ¡no del discurso cristiano de odio que les ha llevado a esa situación de soledad y marginación!

La maniobra está bien planteada, es muy convincente para ese auditorio, pero no conseguirá despistarnos. Ni la homosexualidad tiene su origen en una figura del padre ausente o débil ni ser homosexual lleva a la degradación personal ni el ser homosexual le priva a uno del afecto de los suyos, salvo que hayan sido abducidos por sectas cristianas como ésta. ¿Por qué estos señores no ponen ejemplos de gays de éxito social? ¿Por qué no citan al juez español de la Audiencia Nacional Fernando Grande Marlaska, casado con un señor del País Vasco, por qué no citan a Juan Adriansens, también casado con su compañero de toda la vida, o, por poner un ejemplo norteamericano, a Neil Patrick Harris, el actor que interpreta a Barney Stinson en “How I met your mother”, con pareja estable desde hace años? Tal vez no lo hagan porque estos ejemplos aún no existían entonces, pero tampoco lo habrían hecho porque no quieren que la gente sepa que se puede llevar una vida satisfactoria siendo gay y que las cosas, a su pesar, están cambiando para mejor para las minorías sexuales y también raciales (aunque a algunos también les pese). Lo que no quieren que se sepa es que también un heterosexual puede ser infeliz y que, muchas veces, su discurso de amor cristiano, es decir, de odio, lleva a la infelicidad a mucha gente (histeria, embarazos no deseados...).

Tal vez no haya sido fácil ser gay ni aún lo sea, pero eso no es imputable a la persona que tiene esa orientación sexual sino, en su caso, a la sociedad que no lo acepta. Para su información, señor del principio, sepa que aunque puede que la homosexualidad no sea genética sí se han detectado cambios en los cerebros de los homosexuales y, aunque aún se ignoran las causas concretas (hay teorías sobre las hormonas), lo que sí sabemos, aunque usted probablemente ignore, es que las conductas homosexuales están documentadas prácticamente en todas las culturas y civilizaciones de la historia incluyendo adopciones y ceremonias similares al matrimonio. Y lo que también sabemos es que la orientación no se elige. Se puede elegir ser un reprimido sexual, también siendo hetero, pero lo que no se puede cambiar es la atracción que se siente. Así que, si bien es verdad que el movimiento gay es una creación moderna fruto de una cultura de masas, la orientación homosexual siempre ha estado ahí y siempre lo estará, como lo está en otras muchas especies animales. Y ¿quiere que le diga por qué? Porque una peligrosa y simple teoría cosmogónica como la suya (la cristiana) no puede explicar la realidad sin deformarla hasta extremos que lleven... En fin, a dos señores reprimidos sexualmente a contarle a todo un auditorio feliz de oírlo que su mejor opción fue reprimirse... Tanto como oír a dos señores de raza negra decir ante un auditorio que han elegido ser blancos para poder vivir felices en una sociedad racista. La única diferencia entre usted y los animales es que usted puede elegir “racionalmente” reprimir su homosexualidad para complacer al grupo. ¿Sabe qué?, en el fondo no deja de ser un adolescente. La única diferencia es que en lugar de ser fan de Justin Bieber persigue a dios en todos sus “conciertos”.

Como aún creo que esto ha sido insuficiente, os voy a deleitar con la célebre Ley contra el cristianismo formulada por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche en su magnífica obra “El Anticristo, Maldición sobre cristianismo”:

Yo condeno el cristianismo, yo elevo contra la Iglesia cristiana la más terrible de todas las acusaciones que jamás lanzó un acusador. Para mí, es la más grande de todas las corrupciones imaginables, tuvo la voluntad de la última corrupción imaginable. La Iglesia cristiana no dejó nada libre de su corrupción; de todo valor hizo un no valor, de toda verdad una mentira, de toda probidad una bajeza de alma. Y todavía se atreven a hablarme de los beneficios que ha reportado a la humanidad. Suprimir cualquier miseria era cosa contraria a su más profundo interés: vive de miserias, creó miserias para eternizarse... Por ejemplo, el gusano del pecado: la Iglesia fue precisamente la que enriqueció a la humanidad con esta miseria...
La igualdad de las almas ante Dios, esta falsedad, este pretexto para los rencores de todos aquellos que tienen el ánimo abyecto, esta idea que es un explosivo y que terminó por convertirse en una revolución, idea moderna y principio de decadencia de todo el orden social es dinamita cristiana... ¡Los beneficios humanitarios del cristianismo! Éste hizo de la humanitas una contradicción consigo misma, un arte de arruinarse a sí mismo, una voluntad de mentir a toda costa, un desprecio y una repugnancia contra todos los instintos buenos y honrados. Estas son para mí las bendiciones aportadas por el cristianismo. El parasitismo como única práctica de la Iglesia; la Iglesia, que con sus ideales anémicos, con sus idealidades de santidad, chupa de la vida toda la sangre, todo el amor, toda la esperanza; el más allá como voluntad de negar toda realidad; la cruz como signo de reconocimiento por la más subterránea conjura que jamás ha existido, conjura contra la salud, contra la belleza, contra el bienestar, contra la bravura, contra el espíritu, contra la bondad del alma, contra la vida misma...
Yo quiero escribir sobre todas las paredes esta eterna acusación contra el cristianismo, allí donde haya paredes; yo poseo una escritura que hace ver aun a los ciegos... Yo llamo al cristianismo la única gran maldición, la única gran corrupción interior, el único gran instinto de venganza, para el cual ningún medio es bastante venenoso, oculto, subterráneo, pequeño; yo la llamo la única inmortal vergüenza de la humanidad.
¡Y se computa el tiempo partiendo del dies nefastus con que comenzó esta fatalidad, desde el primer día del cristianismo! ¿Y por qué no mejor desde su último día? ¿Desde hoy? ¡Transmutación de todos los valores!...

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